Existen numerosos tipos de té, cada uno con sus características, sabores y beneficios particulares. Los más habituales son:
Té verde: Es uno de los más populares y se caracteriza por su color verdoso. Es conocido por sus antioxidantes y propiedades para mejorar la concentración y el metabolismo.
Té negro: Es otro de los más consumidos y se obtiene de hojas fermentadas. Puede ayudar a reducir el estrés y mejorar la salud cardiovascular.
Té blanco: Es el menos procesado de todos los tés y se recolectan las hojas jóvenes. Se le atribuyen propiedades antioxidantes y se consume para favorecer la piel y el sistema inmunológico.
Té oolong: Es un tipo de té semifermentado, que combina características del té verde y negro. Se le atribuyen beneficios para ayudar a la digestión y el control del peso.
Té Pu-erh: Es un té fermentado y envejecido, originario de China. Se cree que puede ayudar en la digestión de alimentos grasos y regular el colesterol.
Té de jazmín: Es un té aromatizado con flores de jazmín, conocido por su aroma y sabor floral. A menudo se consume para relajarse y mejorar el estado de ánimo.
Té de hierbas: No proviene de la planta del té, sino de hierbas, especias y frutas. Hay una amplia variedad de tés de hierbas con propiedades relajantes, digestivas, energizantes, entre otras.
Té de rooibos: Es una infusión sin cafeína proveniente de Sudáfrica. Se le atribuyen propiedades antioxidantes y es popular por su sabor dulce y afrutado.
Personalmente, para mi el mejor es el té verde y, dentro de este, especialmente el
té Matcha ecologico. Una variedad especial de té verde que se cultiva y procesa de manera única. Se origina en Japón, específicamente en las regiones de Uji, Nishio y Shizuoka, donde se cultiva bajo condiciones específicas para mejorar su sabor y calidad. Me gusta tanto por las propiedades antioxidantes que tiene. El
té Matcha ofrece una variedad de beneficios para la salud debido a su alta concentración de nutrientes y antioxidantes.